jueves, 12 de septiembre de 2013

El Reino Unido recurre desesperadamente al gas de esquisto

Un sitio de perforación exploratoria de gas de
de esquisto en el sureste de Inglaterra,
operado por la empresa de Cuadrilla Resources
suspendió operaciones a  mediados de agosto
después de las protestas de vecinos y ambientalistas.
Para cumplir con los objetivos de emisiones, el Reino Unido está recurriendo a regañadientes a la fractura de gas de esquisto.
POR PETER FAIRLEY TRADUCIDO POR FRANCISCO REYES (OPINNO)

Las propuestas políticas del Gobierno británico para fomentar la hidrofractura de gas natural ha generado una ola de protestas de este verano. Aquellos más críticos con el tema se quejan de que nadie les ha consultado, y que las normas limitarán la autoridad de los planificadores locales. Sin embargo el país parece tener pocas opciones. El Reino Unido se encuentra en un atolladero energético que le está obligando a recurrir al gas de esquisto.

Las ambiciosas metas de emisiones de carbono del país requieren que las fuente de alimentación del Reino Unido sean virtualmente libres de carbono para el año 2030. Pero el Gobierno ha estado planeando reducir drásticamente las emisiones con estrategias de baja emisión de carbono, como nuevos reactores nucleares y sistemas de captura de carbono, así como sistemas de almacenamiento de energía en las plantas eléctricas existentes, que siguen siendo demasiado caras de construir. Y el gas natural convencional del Mar del Norte, que podría dar más tiempo para la ampliación de las energías renovables, es cada vez menor.

A los votantes del Reino Unido les importan los costes. Casi tres cuartas partes de sus ciudadanos están preocupados por el cambio climático, según una encuesta nacional publicada por el londinense Centro de Investigación de Energía del Reino Unido en julio. Sin embargo, más del 80% señaló a los investigadores que están "bastante o muy preocupados" porque la electricidad y el gas sean inasequibles en los próximos 10 a 20 años.

Si el Reino Unido no es capaz de encontrar un suministro asequible de gas natural a través de la hidrofractura de sus depósitos de esquisto, puede que tenga que reiniciar la actividad de las plantas eléctricas de carbón para mantener las luces encendidas en las próximas décadas. "De una forma u otra, vamos a salir del paso", afirma George Day, director de estrategia económica en Energy Technologies Institute, con sede en Loughborough, una asociación entre empresas industriales y el Gobierno del Reino Unido. "Llegar a nuestros objetivos de carbono es otra cuestión", asegura Day.

Dichos objetivos podrían reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero en un 80 por ciento en 2050, en comparación con los niveles de 1990. Para que el país llegue a ese punto, la industria de energía del Reino Unido tendría que reducir su intensidad de carbono de más de 500 a 50 gramos de dióxido de carbono por kilovatio-hora en 2030, según el cuasi independiente Comité sobre el Cambio Climático. Si se sigue el plan de trabajo del comité, el 60 por ciento de los vehículos nuevos vendidos en 2030 deberían ser eléctricos, para pasar al 100 por cien en 2035.

Sin embargo, Day y otros asesores del Gobierno proyectan que estos ambiciosos objetivos van mucho más allá de lo que sería capaz de hacer la energía renovable por sí sola. La energía solar potencial de Gran Bretaña palidece incluso en comparación con la mediocre oferta de Alemania, y deja la carga en la energía eólica, procedente principalmente de granjas alejadas de la costa. "¿Tenemos realmente la capacidad industrial para generar más de 50 gigavatios de energía eólica marina en la próxima década o dos?", se pregunta Day. "Eso sería muy difícil".

Incluso algunos defensores de las energías renovables están de acuerdo en que el Reino Unido también debe desarrollar tecnología nuclear y sistemas de captura de carbono. "Parece probable que vayamos a necesitarlo", afirma Briony Worthington, ministro en la sombra de energía y cambio climático del partido Laborista en la Cámara de los Lores. Como poco, señala Worthington, el Reino Unido debería buscar nuevos reactores para que la energía nuclear mantenga el 20 por ciento de cuota eléctrica como fuente de energía baja en carbono.

El problema para el Gobierno es que la inversión en sistemas de captura de carbono y centrales nucleares es, en la actualidad, inexistente. En gran medida se debe a un fallo del Sistema de Comercio Europeo, que tenía la intención de hacer que las tecnologías de baja emisión de carbono fueran competitivas con los combustibles fósiles. Tras el colapso del mercado de carbono de Europa, este incentivo ha desaparecido.

Para atraer las inversiones en sistemas de captura y energía nuclear, el Reino Unido estableció sus propios precios de carbono que se prevé que aumenten a 30 libras (35,6 euros) por tonelada en 2020 y 70 libras (83 euros) por tonelada una década después. También ha propuesto precios mínimos para la energía baja en carbono, y el Gobierno completará los ingresos de una compañía generadora si el precio de mercado cae por debajo de un umbral fijo. Para apoyar la captura, ha destinado 1.000 millones de libras (1.188 millones de euros) para sufragar el coste de la construcción de proyectos iniciales de captura.

Aún así, los inversores se mueven con cautela. Solo dos proyectos de captura están pensando en usar la financiación del Gobierno. Un consorcio liderado por Shell propone capturar el dióxido de carbono de la central eléctrica de Peterhead en Escocia y llevarlo por una tubería hacia el Mar del Norte para secuestrarlo en un campo agotado de petróleo y gas. Un segundo proyecto enviaría el dióxido de carbono al Mar del Norte desde una planta de carbón en el norte de Yorkshire. Las decisiones finales de inversión en estos proyectos no es probable que se tomen antes de 2014 o 2015.

La construcción de reactores nucleares está aún más atrasada. Aunque el Gobierno quiere instalar 16 gigavatios de nueva capacidad nuclear en 2025, la atención está recayendo principalmente sobre un solo proyecto: una propuesta de la compañía eléctrica francesa Electricité de France para construir un reactor EPR de 1.600 megavatios en la central nuclear de Hinkley Point, que tiene programado para el año 2023 el cierre de sus reactores de la era de los años 70.

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