sábado, 7 de septiembre de 2013

Dejad de decir que los robots destruyen empleo, no es verdad

Baxter hace una demostración de una tarea
sencilla de fabricación en la sede de Rethink
Robotics en Boston (EE.UU.).
 Daniel Lovering
Muchos expertos quieren hacernos creer que los robots y otras tecnologías son responsables del estancamiento del empleo. No podría estar más lejos de la verdad. ROBERT D. ATKINSON 

Hace poco, David Rotman, redactor de MIT Technology Review escribió un artículo llamado "De cómo la tecnología está destruyendo el empleo". El título no solo resume la tesis del artículo, sino la opinión de muchos especialistas que intentan explicar el deslucido crecimiento del empleo. Pero la tecnología nunca ha destruido empleo neto y no lo hará en el futuro.

El artículo se centra en los académicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, autores de una obra ampliamente difundida titulada Race Against the Machine (La carrera contra la máquina, sin traducción al español).En su opinión, los trabajadores están "perdiendo la carrera contra la máquina, un hecho que se refleja en las estadísticas de empleo actuales". Siguen argumentando que "Al dirigirnos... a un periodo en el que los aumentos exponenciales continuos en la potencia de computación dan resultados asombrosos, suponemos que a las diferencias económicas no les quedará más remedio que aumentar también".

Brynjolfsson y McAfee se basan en un dato clave para defender su tesis: "El patrón está claro: según las empresas fueron generando más valor gracias a sus trabajadores, todo el país se hizo más rico, lo que generó una mayor actividad económica que a su vez creó aún más empleo. Pero a partir de 2000, las líneas divergen; la productividad sigue creciendo con fuerza pero el empleo se estanca repentinamente. Para 2011, existe una brecha significativa entre las dos líneas, donde se ve crecimiento económico sin un aumento paralelo de la creación de empleo".

Pero la realidad es que no existe una relación lógica entre el crecimiento del empleo y la productividad. Para ver por qué, imagina dos naciones cuyo crecimiento anual de la productividad está en torno al 2 por ciento. La nación A tiene una fuerza de trabajo en declive porque se jubila más gente de la que alcanza la edad de trabajar. La nación B tiene una fuerza de trabajo en aumento debido a mayores tasas de fertilidad y a la inmigración. Como demuestra este ejemplo con naciones reales (siendo Japón la nación A y Estados Unidos la B), una economía puede tener alta productividad al mismo tiempo que un aumento o un descenso del empleo. La razón por la que el crecimiento del empleo se ralentizó a partir de 2000 se debe en gran medida a cuestiones demográficas. El número de adultos que componen la fuerza de trabajo (empleados y desempleados) creció un 18 por ciento en la década de 1980, un 13 por ciento en la de 1990 y solo un 8 por ciento en la de 2000 cuando se jubilaron los nacidos durante el boom de natalidad y la mayoría de las mujeres ya estaban incorporadas al mercado laboral.

Los datos son igual de claros respecto a la falta de relación entre la productividad y el desempleo. Si los "robots" son la verdadera causa del estancamiento actual del empleo, entonces el aumento de la productividad debería ser mayor a partir de 2008. Pero de hecho de 2008 a 2012 la productividad solo creció un 1,8 por ciento, mientras que de 2000 a 2008 aumentó un 2,6 por ciento en situación de casi pleno empleo.

El error de Brynjolfsson y McAfee deriva de tener en cuenta solo los efectos de primer orden de la automatización en los que la máquina reemplaza al trabajador. Pero cuando una máquina reemplaza a un trabajador, existe un efecto de segundo orden: la organización que usa la máquina ahorra dinero y ese dinero fluye de vuelta a la economía, ya sea a través de precios más bajos, sueldos más altos para los trabajadores restantes, o mayores beneficios. En los tres casos ese dinero se gasta, lo que estimula la demanda, a la que responden otras empresas contratando más trabajadores.

Esta perspectiva de sentido común la transmiten de prácticamente todos los estudios económicos que analizan la relación entre productividad y empleo. Mientras que algunos estudios han hallado que el crecimiento de la productividad tiene determinados impactos negativos sobre el empleo a corto plazo, todos los estudios hallan bien ningún impacto o impactos positivos sobre el empleo total a largo plazo. Como afirma la OCDE en un repaso definitivo de los estudios sobre productividad y empleo:

Históricamente, los efectos generadores de ingresos de las nuevas tecnologías han demostrado ser más potentes que los efectos de destrucción de empleo: el progreso tecnológico se ha visto acompañado no solo por un rendimiento y una productividad mayores, sino por un mayor empleo global.

Vale, pero quienes afirman que los robots se cargan empleo sostienen que esta vez es distinto. Como afirma el artículo, "Tecnologías como la Web, la inteligencia artificial, los grandes datos y la analítica mejorada -todos posibles gracias a la disponibilidad cada vez mayor de gran potencia de computación barata y capacidad de almacenaje- están automatizando muchas tareas rutinarias".

Sin embargo, esta afirmación presenta dos problemas. Primero, da por supuesto que las tasas de aumento de la productividad crecerán de manera significativa. Pero existe poca evidencia de que Estados Unidos asista a un aumento de la productividad por encima del 3 por ciento anual (nuestro récord histórico). Esto se debe en parte a que, a pesar de los avances en tecnología de la información que potencian la productividad en funciones centradas en la información, cada vez más trabajos requieren de la interactuación con personas (por ejemplo, las residencias de ancianos, la policía o los bomberos), o llevar a cabo labores físicas que son difíciles de automatizar (por ejemplo, la construcción o los servicios de conserjería).

Pero incluso si me equivoco, y espero estarlo, y la tasa de productividad aumenta milagrosamente por encima del 5 por ciento anual, dará igual para el empleo. Porque eso significaría que los ingresos nacionales aumentarían un 5 por ciento anual y todos saldríamos más a comer en restaurantes, de vacaciones, compraríamos más coches, casas, masajes terapéuticos, educación superior y televisiones 3D. Y los trabajadores tienen que trabajar para producir estos bienes y servicios. Y si estos se automatizan, entonces tendremos aún más dinero que gastar y compraremos otros bienes y servicios, creando empleo en estas funciones.

En resumen, los temores a que las máquinas desplacen a los humanos son tan viejos como las propias máquinas. Enfrentar a hombre y máquina solo alienta la antipatía hacia la tecnología y podría tener un efecto de enfriado para la innovación y adopción de tecnologías esenciales para hacer crecer nuestra economía. Y es lo último que necesitan nuestra economía y nuestros trabajadores. Como argumentamos Stephen J. Ezell y yo en Innovation Economics: The Race for Global Advantage (Economía innovadora: la carrera por la ventaja global, sin traducción al español), lejos de estar condenados por un exceso de tecnología, en realidad corremos el riesgo de vernos frenados por una falta de tecnología.

Así pues, Andrew y Erik, si realmente creéis que los robots se están quedando con nuestros trabajos, hagamos una Apuesta rápida. Os apuesto que para 2023 tendremos al menos un 5 por ciento más de empleos en Estados Unidos que en la actualidad. ¿Aceptáis la apuesta?

Robert D. Atkinson es el presidente de la Fundación Tecnología e Innovación, un think tankl con sede en Washington, D.C. (EE.UU.)

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